Una tocada de campana me despertó, todo estaba echo un caos, desde la bodega donde dormíamos se podían escuchar como los marines gritaban mientras el sonido de sus pasos bailaban sin rumbo de proa a popa. Al salir del compartimento, entre todos aquellos hombres y cuerdas pude apreciar a pocos ángulos del mástil aquel insólito y majestuoso buque que tanto tiempo llevábamos buscando... en mi vida vi un barco tan bello. No tardé en ocupar mi puesto, subí hasta la vela como nunca antes y empecé a soltarla. Sabía que con el viento soplando de popa no podíamos perder la posibilidad de sorprender con un ataque frontal.
Y justo allí, cuando nuestra proa no estaría a mas de 45 metros de su mástil frontal se paralizó el tiempo; un sonido lejano pero reconocible a kilómetros paralizó el corazón de cualquiera de nosotros; desde mi posición vi como nuestra madera se astillaba, las cuerdas se destensaban y hasta las vidas que se arrebataban; nos habían alcanzado con tres disparos de cañón de proa a una distancia imposible para cualquier buque de guerra normal. En ese momento, todos se pusieron en posición, esperando el momento de devolver el ataque, las caras de nuestro hombres reflejaban rabia, orgullosos ellos... pero a la altura del timón estaba él, nuestro capitán que en su cara dibujaba una ligera sonrisa mientras sus ojos se perdían en el horizonte donde se encontraba el barco enemigo, por fin encontró lo que durante tanto tiempo buscaba. Y rápidamente lo pude comprender, era algo más que un objetivo, algo más que un buque al que hundir, era lo que todo marine busca en el mar; su libertad.