Nuestros cañones derechos golpearon con dureza el casco de su buque, pero ellos no devolvieron el ataque... El humo de nuestra pólvora hizo una cortina en la que no se podía ver nada más que cuerdas y partes de su casco derruidas, pero al irse el humo... nos encontramos que toda la cubierta estaba vacía, todo estaba tirado, ni rastro de ningún hombre, ningún ruido mas que de olas chocando contra los cascos... Y en ese momento la frase que dijo aquel viejo en el astillero, al salir de Liverpool, me vino como un rayo a la cabeza; "nadie, jamás, a vuelto de la caza de ese buque gobernado por el mismo Lucifer" ... y desde el cielo, desde las velas de aquel barco un grupo de más de cien hombres armados se lanzaron sobre nosotros, pude apreciar como lanzaban a Chello por la cubierta al mar, también como un disparo dibujó un humeante agujero negro entre las cejas de aquel joven chico que me ayudó a desprender las velas minutos antes... pude ver como si de una lluvia se tratase nuestros hombres estaban siendo aplastados. Estuve apenas varios segundos allí quieto, atónito ante ese ataque inesperado, entonces desenvainé la espada mientras que con el otro brazo apunté a el pecho de uno de esos guerreros voladores, en ese momento estaba cubierto detrás de un pequeño barril cuando una mano fuerte agarró mi pelo tirándome al suelo; era el capitán que me salvó de la hoja de un hombre enorme que quería rebanar mi cuello clavándose en la madera. En el suelo, vi como el capitán, como si a un jabalí se tratase, clavó una pequeña espada en las costillas de aquel hombre y se acercó a levantarme y me dijo una frase que jamás olvidaré: "de entre la niebla los monstruos saldrán a devorar a inseguros..." no pudo acabar, la pequeña espada que clavó sobre aquel hombre ahora estaba cruzando su pecho, mal herido pero firme, se dio la vuelta lentamente mientras desenfundaba la pistola y disparó en la cabeza de ese jabalí que no quería morir.
Entonces, espalda con espalda, yo y el capitán fuimos rodeados por una horda de corsarios que nos cerraba en un circulo hasta que el capitán, de rodillas, despegó el arma de su mano, y terminó la frase que antes había empezado "... a inseguros que ante el miedo escondieron su valor, pues el valor es como una estrella que alumbra el camino de aquellos que no tuvieron miedo a caminar en la oscuridad." y recibí un golpe que me impide recordar hasta el momento en el que me desperté en el calabozo de aquel barco, junto con unos pocos hombres que habían sobrevivido y que ahora estábamos presos.